Capítulo 9
En ese momento, un nuevo remolino digital anunció la llegada de un nuevo personaje. Un hombre de aspecto severo, con túnica negra y una mirada profunda, se materializó frente a ellos.
- «Disculpen la intromisión» -dijo con voz grave-. «Soy Immanuel Kant, y no puedo evitar sentirme intrigado por este debate sobre la libertad, el arte y la tecnología.»
Tras una breve presentación de OOO, Kant reflexionó:
- «Este proyecto me recuerda la alegoría de la caverna de mi estimado colega Platón. Las imágenes del mural podrían interpretarse como las «sombras» que perciben los prisioneros, una realidad distorsionada y limitada. Y la participación en OOO podría ser vista como una forma de «salir de la caverna» y acceder a una comprensión más amplia del mundo.»
Platón, que había permanecido en silencio hasta entonces, asintió con la cabeza:
- «En efecto, Kant. OOO nos invita a cuestionar nuestras percepciones, a liberarnos de las cadenas de la ignorancia y a construir una visión colectiva de la realidad.»
- «¡Pero cuidado! -advirtió Foucault-. No olvidemos que el poder se esconde detrás de cada discurso, incluso en los proyectos más «liberadores». Debemos ser críticos y analizar las relaciones de poder que se tejen en OOO.»
- «¡Y no olvidemos el placer!» -exclamó Epicuro, con una sonrisa pícara-. «Crear y contemplar arte puede ser una fuente de gran satisfacción, siempre y cuando se haga con moderación y equilibrio.»
La discusión continuó, con cada filósofo aportando su perspectiva única, generando un diálogo rico y complejo sobre la naturaleza del arte, la tecnología y la condición humana. Y en medio del debate, el proyecto OOO se iba transformando, enriqueciéndose con las ideas y las críticas de los grandes pensadores de la historia.
El viaje temporal se había convertido en un torbellino. Los filósofos griegos, aún aturdidos por la aparición de aquellos seres con artilugios extraños en la cabeza, observaban con incredulidad cómo el escenario a su alrededor se transformaba. De pronto, el templo dórico se disolvió en una explosión de colores, dando paso a un jardín exuberante lleno de flores y calaveras. Frida Kahlo, con su uniceja definida y su mirada penetrante, entró en escena cojeando ligeramente, apoyada en un bastón.
«¡Ay, mis viejitos!» -exclamó con una sonrisa pícara-. «¿Discutiendo sobre la realidad y la representación? ¡Qué aburrido! El arte es pasión, es dolor, es vida! ¡Y este mural digital, con sus imágenes mezcladas y sus textos desordenados, es un reflejo perfecto de la loca realidad que nos rodea!»
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