Un extraño zumbido resonó en el aire, seguido de un destello azulado que desorientó por un instante a los presentes. Cuando recuperaron la vista, se encontraron en un claro de un bosque exuberante, con árboles gigantescos que parecían rozar el cielo. Lo singular del paisaje no era solo su belleza natural, sino la presencia de cuadros famosos colgados entre las ramas, como si fueran extraños frutos nacidos de la imaginación colectiva.
- «¡Por Zeus!», exclamó Platón, con la túnica blanca manchada de tierra tras el repentino viaje. «¿Qué es este lugar? ¿Acaso hemos llegado al Jardín de las Hespérides, donde los árboles dan frutos de oro… y obras de arte?»
- «No, maestro», respondió Juan Carlos con una sonrisa pícara. «Esto es un pequeño «rincón» del metaverso de OOO, un espacio virtual que he creado para ustedes.»
- «Obvio», añadió Trebor con su habitual naturalidad. «Aquí podemos mezclar la realidad con la fantasía, la naturaleza con el arte. Es como un sueño lúcido, donde todo es posible.»
Los demás observaban con asombro el entorno surrealista. María Inés reía con deleite frente a un «Mata Mua» de Gauguin que parecía cobrar vida entre las hojas. Miguel, con su calma habitual, contemplaba un «Guernica» de Picasso que parecía latir con el dolor de la humanidad. Carolina se tomaba selfies con un «Cristo de San Juan de la Cruz» de Dalí flotando sobre un arroyo.
Funes, con su memoria prodigiosa, recitaba de memoria los nombres de todas las obras que reconocía: «La noche estrellada» de Van Gogh, «El beso» de Klimt, «Las señoritas de Aviñón»…
- «Y dime, Juan Carlos», preguntó Sócrates con curiosidad, «¿cuál es el propósito de este extraño jardín artístico?»
- «Es un espacio para la contemplación, para el diálogo, para la inspiración», respondió el Chorote. «Aquí, rodeados de la belleza y la sabiduría de grandes artistas, podemos reflexionar sobre el papel del arte en la vida humana, sobre su capacidad para conectarnos, transformarnos y llevarnos más allá de nuestras propias limitaciones.»
- «It’s like a museum, but without walls and guards», comentó Trebor con admiración. «A place where art is free and accessible to everyone.»
- «Precisamente», añadió John Dewey, el filósofo norteamericano que los acompañaba. «El arte no debe ser un objeto de lujo, sino una experiencia compartida que enriquezca la vida de todos. Y este metaverso ofrece una oportunidad única para democratizar el acceso al arte y la cultura.»
Epicuro, con su búsqueda de la felicidad, se reclinó sobre la hierba, contemplando un «Nacimiento de Venus» de Botticelli.
- «La belleza es un placer para los sentidos, un bálsamo para el alma. Este jardín virtual es un remanso de paz, un espacio para cultivar la ataraxia y encontrar la armonía interior.»
La conversación fluyó entre las obras de arte, las ideas filosóficas y las anécdotas personales. El metaverso se convirtió en un ágora digital, un punto de encuentro para mentes brillantes de diferentes épocas y culturas. Y mientras la luz del sol se filtraba entre las hojas, creando juegos de sombras sobre los cuadros famosos, los participantes de OOO se sumergían en un diálogo apasionante sobre el arte, la vida y el sentido de la existencia.
Un suave resplandor dorado bañó el claro del bosque, anunciando la llegada de los primeros exploradores de este singular metaverso. Sancho, con su característica barba candado y un gesto de perplejidad, se adentró en el bosque virtual, seguido de cerca por Dulcinea, con su mirada curiosa y una sonrisa de asombro.
- «¡Esto es increíble, Sancho!», exclamó Dulcinea, contemplando las obras de arte que colgaban de los árboles. «¡Parece un sueño hecho realidad!»
Napoleón, el hijo mayor, corría entusiasmado entre los troncos, mientras Josefina, la pequeña, se maravillaba con los colores vibrantes de un «Jardim com galinhas» de Rousseau.
De pronto, un nuevo grupo emergió entre los árboles. Jorge Luis, con su elegancia habitual, caminaba lentamente junto a María, quien observaba con atención cada detalle del paisaje. Funes, con su memoria infalible, ya estaba recitando los nombres de todos los artistas presentes. Emma, la más pequeña, se había quedado absorta frente a un «Lirios de agua» de Monet.
Las dos familias se contemplaron en silencio por un instante, con una mezcla de curiosidad y cautela. Sancho, con su habitual desparpajo, rompió el hielo:
- «¡Vaya atuendo más singular llevan, amigos! Parecen salidos de un cuento de Borges», dijo señalando la ropa victoriana de la familia de Jorge Luis.
- «Y ustedes parecen recién salidos del Quijote», respondió Jorge Luis con una sonrisa irónica, observando las ropas medievales de Sancho y Dulcinea.
- «¡Es que nos gusta la temática!», exclamó Napoleón con entusiasmo. «¡Yo soy Napoleón, el emperador!»
- «Y yo Josefina, su emperatriz», añadió Josefina con gravedad.
- «Bueno, yo soy Funes el memorioso», dijo Funes con orgullo. «Puedo recordar cada detalle de cada obra de arte que he visto en mi vida.»
- «Y yo Emma, la que sueña con mundos fantásticos», dijo Emma con una sonrisa tímida.
La conversación fluyó con naturalidad, mezclando anécdotas familiares con comentarios sobre las obras de arte que los rodeaban.
- «¿Han visto a Van Gogh por aquí?», preguntó Dulcinea. «Me encantaría ver «La noche estrellada» en realidad aumentada.»
- «Yo busco a Frida Kahlo», dijo María. «Sus autorretratos son fascinantes.»
De pronto, un remolino de colores surgió entre los árboles, y una figura extravagante se materializó frente a ellos. Era Salvador Dalí, con su bigote enhiesto y su mirada excéntrica.
- «¡Hola, hola! ¿Qué hacen todos ustedes aquí, contemplando estas vulgares imitaciones de la realidad?», exclamó Dalí con desdén.
- «Maestro Dalí, somos participantes de OOO», respondió Sancho con respeto. «Hemos venido a explorar este metaverso y a compartir nuestras propias creaciones.»
- «¿OOO? ¿Y eso qué es? ¿Otro intento burgués de domesticar el subconsciente?», preguntó Dalí con desconfianza.
- «No, maestro», explicó Juan Carlos. «OOO es un proyecto que busca unir a la humanidad a través del arte, la tecnología y la colaboración. Es un espacio para la expresión libre y la construcción de un futuro compartido.»
- «¿Y qué pretenden expresar con sus vulgares fotografías y textos sentimentales?», preguntó Dalí con sarcasmo. «¿Acaso pueden competir con el grito desgarrador de Munch o la belleza convulsiva de mis propios delirios?»
- «El grito de Munch…», murmuró Jorge Luis con melancolía. «Un símbolo de la angustia existencial, del vacío que nos habita en este mundo moderno.»
- «Y OOO es un intento de llenar ese vacío, de conectar con otros, de construir un sentido compartido», añadió María con esperanza.
- «Pero ¿cómo pueden competir con la fuerza primordial del arte, con la capacidad de penetrar en las profundidades del alma humana?», insistió Dalí.
- «Quizás no se trata de competir, sino de complementar», propuso Funes. «El arte siempre ha sido un reflejo de su tiempo. Y hoy, en la era digital, OOO ofrece una nueva forma de expresión, una nueva manera de conectar con el mundo y con los demás.»
- «Obvio», añadió Trebor con convicción. «OOO es la evolución del arte, el siguiente paso en la búsqueda de la belleza y la verdad.»
El debate se encendió, con los filósofos y los artistas discutiendo apasionadamente sobre el sentido del arte, el papel de la tecnología y la condición humana. Y en el corazón de ese bosque surrealista, el proyecto OOO se iba forjando, con la fuerza de la colaboración y la creatividad, como un testimonio de la capacidad humana para trascender las limitaciones y construir un futuro compartido.
- «¡Vaya, vaya! Parece que tenemos compañía», exclamó Sancho con una sonrisa burlona, dirigiéndose a la familia de Jorge Luis. «Veo que ustedes también se han dejado seducir por los encantos de OOO.»
- «Obvio», respondió Trebor con un guiño. «No podíamos perdernos la oportunidad de unirnos a este proyecto tan loco y creativo.»
- «Y díganme, amigos, ¿qué maravillas han aportado al mural digital?», preguntó Dulcinea con curiosidad.
- «Bueno», comenzó Jorge Luis, «yo subí una fotografía de un laberinto de jardines en Buenos Aires, acompañada de un texto sobre la búsqueda del sentido en un mundo caótico.»
- «Interesante», comentó Sancho. «Yo aporté una imagen de un caballero andante luchando contra molinos de viento, con un texto sobre la importancia de luchar por los sueños, por imposibles que parezcan.»
- «Papá, eso es un poco anticuado, ¿no?», intervino Napoleón con un puchero. «Yo subí un meme de un gato astronauta con la frase «Hasta el infinito y más allá».
- «Y yo una foto de mi muñeca Josefina con un vestido que le hice yo misma», añadió Josefina con orgullo.
- «Funes subió una imagen de un espejo que refleja infinitos espejos, con un texto sobre la memoria y la identidad», explicó María.
- «Y Emma aportó un dibujo de un unicornio rosa volando sobre un arcoíris, con un texto sobre la importancia de la imaginación», añadió Jorge Luis.
- «Interesante mezcla de realidades y fantasías», comentó Platón con una sonrisa. «Pero ¿cuál es el verdadero mensaje que quieren transmitir al mundo con sus imágenes?»
En ese momento, un remolino de colores surgió entre los árboles, y una figura imponente se materializó frente a ellos. Era Miguel Ángel, con su túnica manchada de pintura y su mirada penetrante.
- «¿Qué es todo este alboroto?», preguntó con voz grave. «¿Acaso no saben que el verdadero arte requiere disciplina, esfuerzo y sacrificio?»
- «Maestro Miguel Ángel, somos participantes de OOO», explicó Dulcinea con respeto. «Estamos compartiendo nuestras creaciones y debatiendo sobre el sentido del arte.»
- «¿OOO? ¿Y eso qué es? ¿Acaso un nuevo mecenas que financia mis esculturas?», preguntó Miguel Ángel con ironía.
- «No, maestro», respondió Juan Carlos. «OOO es un proyecto que busca unir a la humanidad a través del arte digital y la colaboración.»
- «¿Y qué clase de arte es ese que se crea con máquinas y pantallas?», cuestionó Miguel Ángel con desdén. «¿Acaso puede compararse con la belleza de un David esculpido en mármol o la grandeza de la Capilla Sixtina?»
- «El arte evoluciona con el tiempo, maestro», intervino Jorge Luis. «OOO utiliza las herramientas de la era digital para crear una nueva forma de expresión artística, más democrática y accesible para todos.»
- «Pero ¿qué mensaje quieren transmitir con este «arte digital»?», insistió Miguel Ángel. «El arte debe tener un propósito, una intención. ¿Cuál es el grito que quieren lanzar al mundo?»
- «Nuestro grito es el de la unidad, de la colaboración, de la esperanza», respondió María con firmeza. «Queremos mostrar que, a pesar de nuestras diferencias, podemos construir un futuro compartido.»
- «Un grito noble, sin duda», dijo Miguel Ángel con un asomo de aprobación. «Y para hacerlo aún más potente, les propongo un desafío. Creen una escultura juntos, una obra que refleje la esencia de OOO. Y no lo hagan solos. Involucren a todos los que los están observando, a través de esa maravilla tecnológica que llaman «internet».»
Los participantes se miraron con sorpresa.
- «¿Es posible eso?», preguntó Sancho con incredulidad.
- «Claro que sí», respondió Miguel Ángel con una sonrisa. «En este metaverso, los límites de la creación son infinitos. Pueden utilizar herramientas de modelado 3D colaborativas, donde cada uno puede aportar su propia pieza a la escultura. Y gracias a la magia de la realidad virtual, podrán ver cómo la obra cobra vida frente a sus ojos, en tiempo real.»
La excitación se apoderó del grupo. La idea de crear una escultura colectiva, con la participación de personas de todo el mundo, les parecía fascinante. Y así, guiados por Miguel Ángel, se embarcaron en una nueva aventura creativa, un testimonio del poder de la colaboración y la tecnología para unir a la humanidad y construir un futuro compartido
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