El Tejido Brillante
Pixeles danzantes. Fragmentos de sueños hilvanados en luz. Un niño en Tokio dibuja un pez koi dorado. Una anciana en la Patagonia traza arrugas en un rostro de tierra. Un grafiti urbano en Berlín se entrelaza con una flor de loto virtual en Katmandú.
No hay lienzo físico, solo el éter digital, una vasta extensión donde la humanidad pinta su alma colectiva. Unos añaden colores vibrantes, otros sombras de melancolía. Un poema susurrado se convierte en constelación, una melodía en una cascada de luz.
El mural no juzga, no distingue. Es un espejo fractal de la conciencia humana, una sinfonía de voces y visiones. Un lugar donde un grito de protesta se funde con un canto de cuna, donde el caos y la belleza bailan en un eterno abrazo.
Pero, ¿quién lo controla? Nadie. Todos. Cada uno de nosotros, una chispa en el tejido brillante, un fragmento de la historia que se escribe a sí misma.
De pronto, un silencio. Un solo punto de luz parpadea, titubea. ¿Se apagará el mural, o evolucionará hacia algo más? La respuesta, como siempre, reside en los pixeles danzantes, en los sueños que aún buscan su lugar en el tejido brillante.
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