Capítulo 1: El Encuentro en el Ágora Digital
El Ágora de Atenas bullía de actividad. No obstante, esta vez no eran ciudadanos debatiendo política, sino avatares pixelados de filósofos de todas las épocas, congregados en un espacio virtual inmersivo, debatiendo con pasión sobre un proyecto que desafía las leyes del tiempo y el espacio: OOO, el mural digital global.
Sócrates, con su túnica digital y su inconfundible ironía, lideraba la discusión:
- «¡Por Zeus! ¿Un mural que reúne las voces de la humanidad? ¿No será esto una nueva forma de demagogia?»
- «Y bien, colegas, ¿qué opináis de este singular proyecto llamado OOO? ¿Un mural digital global? ¿Realmente puede el arte unir a la humanidad?»
Platón, con su idealismo característico, respondió:
- «¡No seas cínico, Sócrates!, maestro. OOO es una oportunidad para que las personas salgan de la «caverna» de sus propias percepciones y contemplen la verdadera realidad: la diversidad y la belleza del mundo reflejado en un lienzo colectivo.»
Aristóteles, con su enfoque pragmático y su habitual rigor lógico, añadió:
- «Pero no olvidemos la importancia de la excelencia en la ejecución. La virtud debe guiar cada trazo, cada pixel, para que el mural sea un reflejo de la verdad y la belleza.»
De pronto, un remolino digital anunció la llegada de Nietzsche, con su característica melena leonina y su mirada penetrante y estruendosa carcajada:
- «¡Basta de idealismos! ¡Abajo los dogmas y las morales rancias! OOO es una explosión de la voluntad de poder, una afirmación de la vida más allá de la moral tradicional, mas allá del bien y del mal. ¡Que cada artista plasme su propia verdad, sin ataduras ni censuras!»
La discusión se enciende. Kant, con su imperativo categórico, exige orden y razón en el caos creativo. Spinoza, con su serenidad estoica, busca la unidad en la diversidad de las expresiones. Foucault, con su mirada incisiva, analiza las relaciones de poder detrás de la creación artística.
Y en medio del debate, surge una voz suave pero firme:
- «Perdonen señores, ¿pero han considerado la perspectiva de las mujeres en este proyecto?»
Es Simone de Beauvoir, que se une a la discusión con su característica lucidez. Sartre, a su lado, asiente con la cabeza, mientras fuma un cigarrillo virtual con aire pensativo.
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