Asado y Filosofía: Un encuentro entre Platón y El Tucu en Buenos Aires

El Ágora digital se desvaneció en un parpadeo, y Platón se encontró de pronto en un ambiente completamente diferente. El bullicio de Atenas había dado paso al ruido del tráfico y las bocinas de Buenos Aires, una ciudad vibrante y caótica a orillas del Río de la Plata. A su lado, Juan Carlos, a quien todos llamaban «El Tucu» por su origen tucumano, sonreía con picardía.

  • «Bienvenido a mi tierra, Platón. Te he traído a conocer la pasión argentina: el asado.»

Platón, con su túnica blanca ligeramente descolocada en este entorno desconocido, observaba con curiosidad el restaurante «La Cabrera», un lugar famoso por sus cortes de carne y su atmósfera tradicional. Mesas de madera lustrada, camareros con delantales blancos y un aroma intenso a carne asada llenaban el ambiente.

  • «Aquí mismo almorzó Angela Merkel hace unos años», comentó El Tucu con un guiño. «Dicen que pidió un bife de chorizo bien jugoso.»

Platón, con una ceja alzada, respondió:

  • «Interesante. Aunque en mi época, los líderes políticos se preocupaban más por la retórica y la filosofía que por los placeres culinarios.»

Un mozo corpulento, con un gran cuchillo en la mano, se acercó a la mesa.

  • «¿Qué les va a ofrecer, señor?», preguntó con un fuerte acento porteño.
  • «Traiga una botella de Malbec para empezar», dijo El Tucu. «Y para comer, queremos probar un poco de todo: tira de asado, vacío, entraña, ojo de bife… Explíquele al maestro Platón los diferentes cortes.»

El mozo, con entusiasmo carnicero, describió cada corte con detalle, mientras Platón escuchaba con atención, intrigado por la variedad y la sofisticación de la gastronomía local.

Mientras esperaban la comida, Platón observó la parrilla, un fuego crepitante que se alimentaba constantemente con leña.

  • «El fuego… un elemento primordial, fuente de vida y destrucción», reflexionó en voz alta. «En mi época, lo venerábamos como un dios.»
  • «Aquí también lo respetamos», dijo El Tucu. «Pero a veces se nos va de las manos. En el sur, todos los años se incendian hectáreas y hectáreas de bosque. Tengo un amigo que vive cerca de la zona, y cada verano sufre la angustia del fuego acechando su hogar.»
  • «Es trágico», comentó Platón. «El hombre, capaz de crear y destruir, dominado por sus propias pasiones.»
  • «Con ese amigo, curiosamente, estudiamos latín en la secundaria», recordó El Tucu con una sonrisa nostálgica.
  • «¿Latín? ¿En tu época aún se estudia a los clásicos?», preguntó Platón con sorpresa.
  • «Algunos lo hacemos», respondió El Tucu con un guiño. » Vitam Impendere Vero «, citó con solemnidad.

Platón sonrió.

  • «Una frase noble. ¿La valoran en tu época, o la usan como falsa exégesis?»
  • «Algunos la vivimos, maestro», respondió El Tucu con sinceridad.

La conversación fluyó entre cortes de carne, reflexiones filosóficas y anécdotas personales. Platón, maravillado por la pasión argentina por el asado y la capacidad de Juan Carlos para conectar la tradición con la modernidad, comenzó a vislumbrar el potencial de OOO para unir a la humanidad.

Sin embargo, una sombra de preocupación empañó su rostro al finalizar la velada.

  • «Me inquieta, Juan Carlos, esta tendencia del hombre a la autodestrucción. El fuego que nos da vida puede también consumirnos. ¿Será OOO capaz de despertar en nosotros la sabiduría necesaria para controlar nuestras propias pasiones y construir un futuro sostenible?»
  • «Esa es la apuesta, maestro», respondió El Tucu con determinación. «OOO es una invitación a la reflexión, al diálogo, a la búsqueda de un sentido compartido. Y confío en que, juntos, podremos encontrar el camino hacia un futuro donde la humanidad viva en armonía con el planeta y consigo misma.»

…Y mientras salían del restaurante, con el aroma del asado impregnando sus ropas y las palabras de Platón resonando en su mente, Juan Carlos sintió que la llama de la esperanza se avivaba. Sin embargo, la sombra del incendio en el sur, ese fuego voraz que consumía hectáreas de bosques y amenazaba la vida de las personas, empañaba la alegría del encuentro.

Platón, conmovido por el relato de Juan Carlos sobre su amigo que vivía cerca de la zona afectada, compartía la angustia del arquitecto.

  • «Es triste ver cómo el hombre, capaz de grandes hazañas, también puede ser el causante de tanta destrucción», reflexionó el filósofo con tristeza.
  • «Y lo peor es que muchos esperan un milagro, una lluvia divina que apague el fuego, en lugar de buscar soluciones reales», añadió Juan Carlos con amargura.

Un silencio pesado se instaló entre ellos, mientras caminaban por las calles de Buenos Aires, observando el contraste entre la vitalidad de la ciudad y la desolación que imaginaban en el sur.

  • «Quizás…», dijo Platón con un tono pensativo, «quizás un mar de lágrimas podría tener más fuerza que una lluvia milagrosa.»

Juan Carlos lo miró con sorpresa.

  • «¿Lágrimas, Platón? ¿De qué hablas?»
  • «Hablo de la empatía, Juan Carlos. De la capacidad de conectar con el sufrimiento de los demás y sentirlo como propio. Si todos pudiéramos comprender el dolor que causa el fuego, si pudiéramos llorar juntos por la pérdida de nuestros bosques, quizás encontraríamos la fuerza para actuar, para buscar soluciones y prevenir futuros desastres.»

Juan Carlos asintió, conmovido por las palabras del filósofo.

  • «Tienes razón, Platón. Las lágrimas pueden ser un motor de cambio, un llamado a la acción. Pero ¿cómo lograr que las personas se conecten con el sufrimiento de los demás? ¿Cómo despertar esa empatía que parece dormida en tantos corazones?»
  • «A través del arte, Juan Carlos», respondió Platón con convicción. «A través de historias que nos conmuevan, de imágenes que nos hagan reflexionar, de experiencias que nos permitan sentir el dolor de los demás como propio. OOO puede ser esa herramienta, ese espacio donde la empatía y la solidaridad se unan para construir un mundo mejor.»
  • «Sí, Platón», dijo Juan Carlos con decisión. «OOO puede ser el catalizador para un cambio de conciencia. Un llamado a la acción para que dejemos de esperar milagros y empecemos a construir soluciones.»

Y así, con la imagen del fuego devastador y la esperanza de un cambio positivo grabada en sus mentes, Juan Carlos y Platón continuaron su camino, decididos a utilizar OOO para despertar la conciencia humana y construir un futuro donde la colaboración, la empatía y la acción responsable sean los pilares de un mundo más justo y sostenible.