Toda esta Web es un Mokup del proyecto Out Off Office que riene como Objetivo aprovechar las Oportunidades tecnológicas y alentar el Orgullo a los participantes. El Objetivo es crear el primer Mural Digital Universal
Trilogía Mural Out Of Office
El Viajero del Ägora – Tatuando el alma del Mundo -Mural Out Of Office: El Grito Silencioso

Indice:
- El TikTok de las Leyendas
- Un Brindis por la Verdad: De la Catarsis a la Creación
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La Obra en la Era Digital Token no fungible
- Una Economía de Propósito: El Legado se Financia
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¿Van a Participar?: El Grito que se Vuelve Acción
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El Legado de Juan Carlos: El Mural de la Verdad
- Las tres OOO de Out Of Office
- La Elección
- El epílogo de la Historia
- Explícame el Metaverso porfa…
Pronto publicaremos en Amazón La trilogía Mural Out Of Office.
- El Viajero del Ágora
- Tatuando el Alma del Mundo
- Mural Out Of Office El Grito Silencioso
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Prólogo: La Conexión de Generaciones en el Café Comercial
En el icónico Café Comercial de Madrid, una joven tiktoker llamada Sofía se encuentra con un grupo de leyendas vivas: Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Juan José Millás. A pesar de las diferencias generacionales y de las bromas iniciales, los artistas se prestan a participar en un TikTok que Sofía está grabando.
El video muestra a Sabina y Serrat con sus gestos característicos, mientras Millás observa la escena con curiosidad. La grabación, con música moderna y filtros de redes sociales, busca capturar la esencia de Madrid y la camaradería del momento. Al final del capítulo, el narrador, Juan Carlos, entra al café y se une al grupo, recibiendo una cálida bienvenida
El TikTok de las Leyendas
Escena: La luz dorada del atardecer madrileño se filtra por los grandes ventanales del Café Comercial, proyectando sombras largas sobre las mesas de mármol. En una de ellas, en un rincón que parece hecho para la conspiración y la poesía, se encuentran cuatro personas, absortas en la creación de un TikTok. La atmósfera es densa, cargada de historia y de un aire bohemio que Sofía, con su teléfono en mano, intenta capturar.
Sabina: «Oye, Sofía, ¿y esa cámara tuya no se cansa de grabar? En mis tiempos, la vida se vivía sin filtros.»
Sofía: «Joaquín, si no lo grabo, no existe. Mis seguidores quieren ver el café este, que es súper aesthetic.»
Millás: «Esto es material para un relato. Una tiktoker, dos trovadores y un escritor en un café que parece detenido en el tiempo. ¿Quién paga la cuenta?»
Serrat: «El que tenga más seguidores, claro. ¿Cuántos tienes tú, Juanjo? ¿Cien, contando a tu madre?»
Sofía: (Se inclina sobre la mesa, con el teléfono en la mano, grabando en modo selfie. Su voz es enérgica, con ese tono casual y directo de las redes.) ¡Hola, chicos! ¡Estoy en el café más icónico de Madrid, El Comercial, y miren con quién me he encontrado! (Gira la cámara rápidamente hacia la mesa, mostrando a Sabina, Serrat y Millás).
Texto en pantalla: ¡En el café más icónico de Madrid! 🤩
Audio: Un beat electrónico moderno o un remix de una canción española clásica.
Transición rápida: La cámara hace un corte abrupto y se centra en Joaquín Sabina.
Joaquín Sabina: (Levanta su caña de cerveza y le guiña a la cámara, con una sonrisa cómplice. Dice algo inaudible, pero su gesto lo dice todo).
Sofía: (Añade un filtro de estrellitas o corazones sobre la imagen de Sabina).
Texto en pantalla: El rey de la noche madrileña 🔥
Corte 2: La cámara se mueve hacia Serrat, quien finge cantar una línea de “Mediterráneo” con un movimiento exagerado de manos.
Sofía: (Hace un lip-sync exagerado de la canción, con un movimiento de manos que imita a Serrat).
Texto en pantalla: ¡Nano, eres eterno! ✨
Corte 3: La cámara se enfoca en Juan José Millás, quien mira el teléfono con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
Juan José Millás: (Se ajusta las gafas y pregunta, con su voz profunda.) ¿Esto va a internet?
Sofía: (Ríe con ganas y le hace un zoom dramático a la cara de Millás).
Texto en pantalla: Cuando tu profe favorito está en TikTok 😂
Transición: Sofía gira la cámara rápidamente para mostrar detalles del café: las croquetas en el plato, las tazas de café, los espejos envejecidos.
Plano final: La cámara vuelve a enfocar a los cuatro. Sofía empieza a hacer un baile sencillo y divertido, mientras Sabina y Serrat intentan, torpemente, seguir el ritmo con movimientos improvisados de cabeza y hombros, y Millás se ríe, negando con la cabeza.
Texto en pantalla: Madrid, arte y vibes en El Comercial 🕺💃
Último frame: Sofía señala a la cámara con un gesto de ¡Sígueme! mientras la música sube de volumen.
Hashtags: #MadridVibes #ElComercial #TikTokEspaña #CulturaMadrileña #Sabina #Serrat #Millás
Yo, Juan Carlos, entré en ese momento al café, sonriendo por lo que estaba viendo. Me acerqué lentamente a la mesa, como un observador que no quiere interrumpir un momento de pura magia, una mezcla de pasado, presente y futuro.
El ambiente era de pura camaradería. Al vernos, la sonrisa de Sabina se hizo más ancha, y su brazo se levantó para saludarme con una familiaridad que calentaba el alma.
—¡Hombre, por fin! Pensábamos que te habías perdido en el Mediterráneo —gritó con esa voz rasposa que le salía de la garganta, mientras con la otra mano se servía un vino.
Serrat me dedicó una sonrisa más serena, casi paternal.
—Ya ves, siempre volvemos a casa —dijo, dando una palmada en mi hombro.
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Prólogo:
Un Brindis por la Verdad: De la Catarsis a la Creación
El narrador, Juan Carlos, se une a Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y Juan José Millás en el Café Comercial. La conversación se centra en los libros del narrador, «El Viajero del Ágora» y «Mural Out Of Office: El Grito Silencioso», y en el concepto de abandonar las «tribus» para desarrollar un criterio propio.
El debate se intensifica cuando Sabina y Millás discuten sobre el papel del artista y su relación con la audiencia y la «tribu». Mientras Sabina defiende la necesidad de una audiencia que valide el arte, Millás sostiene que el verdadero arte se crea en la soledad y que el grito es para uno mismo.
Finalmente, el narrador explica que el «Mural Out Of Office» no busca una revolución tribal, sino una catarsis individual a través de la cual las personas transforman su frustración en propuestas de mejora. Millás, cautivado por la idea, reconoce que ese mural sería una fuente de historias y un reflejo de las verdades que la gente no se atreve a gritar en voz alta. El capítulo concluye con un brindis por el «grito silencioso» y por quienes tienen el valor de escucharlo.
Un Brindis por la Verdad: De la Catarsis a la Creación
—¡Qué gusto verlos a todos! La verdad es que me hacían falta —respondí con una carcajada, sintiéndome como en familia.
Millas, con su mirada curiosa y escrutadora, se me acercó con esa quietud que lo caracteriza.
—Oye, dime una cosa —preguntó de repente, con un tono bajo—. ¿Conoces a Sofía?
Justo en ese momento, Sabina, que estaba escuchando atentamente, se giró hacia él.
—¡Claro que lo conoce! Se conocieron en Buenos Aires.
La mirada de Sabina se posó en mí, y sus ojos brillaron con picardía.
—¿Fue en el colectivo que va de González Catán a la cancha de Boca? —preguntó, soltando una risotada.
—¡No, qué va! —le respondí, riéndome con él—. Nos conocimos en la Feria del Libro.
Serrat, que hasta ese momento había estado bebiendo su vino en silencio, asintió con la cabeza, pensativo.
—Ah, la Feria del Libro de Buenos Aires… Ese lugar tiene algo especial, ¿no? Es uno de esos pocos sitios donde el tiempo parece detenerse y la gente se pierde entre las historias.
—Es un lugar para el ritual, para el reencuentro con los fantasmas de papel —añadió Millas, con esa solemnidad casi mística que le da a cada palabra—. Uno va buscando una cosa y termina encontrando otra. Se va uno con la certeza de que los libros tienen vida propia y no mueren.
Sabina, que ya había dejado el vino a un lado y me miraba fijamente, se cruzó de brazos.
—Y a propósito de libros… hemos leído los tuyos. No es que hayamos leído una página o dos, es que te hemos devorado, amigo.
Se le formó una arruga de incredulidad en la frente.
—Me parecieron muy bien, El Viajero del Ágora y El Grito Silencioso. ¿De dónde sacas tanto para escribir?
Millas se unió a la conversación de forma inesperada, interrumpiendo a Sabina.
—Y déjame que te diga, el título es un poco distinto… Mural Out Of Office: El Grito Silencioso. Me llamó mucho la atención ese juego de palabras. Es como si el grito solo pudiera salir cuando nadie te ve… cuando estás fuera de la oficina del mundo.
Tras escuchar a Millas, me enderecé en la silla, con un gesto que invitaba a la conversación.
—Sí, y a propósito de eso —dije, con una sonrisa que abarcaba a todos—, supongo que habréis leído que en mis libros invito a abandonar las tribus. A dejar de seguir ciegamente al rebaño y a desarrollar el criterio propio. Y ahora que los tengo a ustedes aquí, a los mejores ejemplares, ¿a que sí? —dije, señalandolos con la mano, y una carcajada se escapó de la garganta de Sabina.
La expresión de Millas era de profunda concentración. Sus ojos, fijos en los míos, no parpadeaban.
—Lo de Out Of Office… es una pregunta, una provocación. ¿Qué hacéis vosotros con vuestro tiempo libre? ¿Tomáis una decisión propia, o como un esclavo, hacéis lo que manda la tribu?
Al instante, el ambiente se transformó. Las sonrisas se borraron y las miradas se tornaron serias. Serrat asintió con la cabeza, pensativo, mientras se frotaba el mentón.
—Es una buena pregunta —dijo con voz suave—. La presión de la tribu es sutil, a veces casi invisible. Se te mete en los huesos sin que te des cuenta.
Sabina, con el ceño fruncido, se reclinó en su silla, los ojos entrecerrados.
—Sí, pero hay que saber dónde está la frontera. Porque si la tribu te ha dado las herramientas para ser quien eres, ¿no le debes algo? ¿No estás en deuda? El arte es un oficio solitario, sí, pero siempre se aprende de otros.
—Eso no quita que te atrevas a ser auténtico —saltó Millas, su voz subiendo de tono—. El problema es cuando la tribu se convierte en una jaula, en un muro que te impide ver más allá. El verdadero escritor, el verdadero artista, tiene que saber cuándo romper el molde, cuándo dar el grito que lo libera.
La mirada de Sabina se endureció.
—¡Y a ver, ¿dónde vas a gritar?! —le espetó, gesticulando con las manos—. ¿A la nada? ¡El eco del grito necesita un muro para resonar! La audiencia es la que te valida, la que te da sentido. Sin ellos, el grito es solo un gemido en el desierto.
—El grito es para uno mismo, no para el público —insistí, con calma—. El público viene después, si quiere. Pero la decisión de gritar no puede estar condicionada por la audiencia. El esclavo de la tribu es el que grita solo para que la tribu lo escuche.
Sofía, que había estado escuchando atenta, intervino con una voz que cortó la tensión.
—Y el tiempo libre, ¿qué? —preguntó, con una sonrisa pícara—. ¿Se trata de crear algo para la tribu, o de crear algo que te haga libre? El verdadero desafío es encontrar el arte en lo cotidiano, en ese tiempo «fuera de la oficina» que menciona Juan.
—Es un equilibrio —reflexionó Serrat, su voz calmando el debate—. La tribu te nutre, te da una base. Pero la libertad, la verdadera libertad, se encuentra cuando te atreves a bailar tu propia música, sin importar si los demás te siguen o no.
—Claro, Nano, tienes razón —dije, mirando a Serrat y asintiendo. Me incliné hacia adelante, apoyando los codos en la mesa—. La tribu te nutre, te da una base. No estoy proponiendo una revolución, porque en el fondo, una revolución es, por definición, tribal. Una tribu contra otra.
Sabina, que hasta ese momento me escuchaba con una ceja alzada, frunció el ceño.
—Hombre, pero a veces la revolución es necesaria, ¿no? Si la casa se está cayendo a pedazos…
—Precisamente ahí está la trampa, siempre se analiza qué rescatar antes de demolerlo todo, eso es fácil, y siempre resulta hasta más caro —lo interrumpí, levantando un dedo—. Las guerras son tribales, ¿quién en su sano juicio pone en juego su vida por una diferencia que se puede hablar? O las polarizaciones políticas… Es la misma lógica. Lo que busco con el mural no es una guerra, es una catarsis individual. Es que la gente pueda volcar su grito, su frustración, pero entendiéndolo como una propuesta de mejora para el estado actual. Cambiar y mejorar no es destruir todo.
Serrat me miraba con una expresión de interés, asimilando mis palabras. Millas, por su parte, tenía una mirada perdida en el espacio, como si ya estuviera imaginando el mural.
—El criterio propio —continué, haciendo un gesto con la mano— puede coincidir con algo tribal, claro que sí. Pero la diferencia es abismal. En el primer caso, lo haces por decisión, porque es tu verdad. En el segundo, lo haces por obediencia, por miedo a que la tribu te rechace, a que te echen de la manada. Y ahí, amigo, estás esclavizado.
Sofía asintió, con una sonrisa de complicidad. —Es la diferencia entre pertenecer y ser.
—Exacto.
Me volví hacia Millas, que seguía en su mundo. Él parpadeó, volviendo al presente.
—Y pensando en tu obsesión por encontrar lo insólito en lo cotidiano… Millas, imagina que ese mural existe. Una usina de contenido brutal, la gente volcando sus miedos, sus ideas, sus gritos. ¿Accederías a esa información? ¿Te resultaría útil para tus propias historias? ¿Sería ese tu Out Of Office?
Millas se quedó en silencio por unos segundos, ladeando la cabeza, los ojos brillando de curiosidad. Sabina soltó una carcajada y le dio un codazo suave a Millas.
—¡Hombre, por Dios! ¡No me digas que no es tentador!
Serrat, con una sonrisa, agregó: —Sería la gran novela de nuestros tiempos. El grito de todos, hecho arte.
Millas tardó unos segundos en responder. Se frotó la barbilla con un gesto pensativo, sus ojos se entrecierran como si estuviera leyendo algo invisible en el aire. Sabina y Serrat lo miraban con expectación, sabiendo que su respuesta no sería sencilla.
—¿Útil? —preguntó Millas, con voz baja, como si la palabra misma fuera un concepto extraño—. No sé si útil es la palabra. Los escritores no buscamos la utilidad. Buscamos el asombro. Buscamos el murmullo que se oculta detrás de lo que se dice a gritos.
Hizo una pausa, y su mirada se volvió hacia mí, profunda, casi hipnótica.
Sabina, con los brazos cruzados, asintió, su sonrisa irónica se desvanecía.
—O un espejo —susurró Sofía, con una mirada enigmática—. Donde cada uno vería su propio grito.
Millas se inclinó ligeramente, como si fuera a revelar un secreto.
—Accedería, por supuesto que accedería. Es el material que siempre he buscado. No lo que la gente grita en la plaza, sino lo que grita en su casa, a oscuras, cuando nadie lo escucha. Sería un jardín de relatos, la gran historia de la frustración y la esperanza. El verdadero Out Of Office. Porque el verdadero arte, el que te salva, se hace precisamente cuando nadie te ve, cuando estás fuera de la oficina del mundo.
Tenía que admitir que Millas había dado en el clavo. Su respuesta resonó en mí, no solo por su profundidad, sino porque articulaba precisamente lo que yo había querido decir.
—Estoy de acuerdo, Juan. Útil no es la palabra. No se trata de utilidad, sino de verdad. Es un pozo donde se encuentran todas las verdades que no se pueden gritar.
Millas, con una leve sonrisa en los labios, me miró como si hubiera encontrado un cómplice en un mundo de extraños.
—Exactamente —dijo, asintiendo—. Porque el arte no es lo que se grita, sino lo que nos obliga a escuchar, aunque sea en el más profundo de los silencios. Y el escritor, el artista, no es el que habla, sino el que tiene el valor de escuchar esos gritos que nadie se atreve a pronunciar. Esos son los que vale la pena contar.
Sabina, con la mirada aún fija en Millas, rompió el silencio con un brindis.
—Por el grito silencioso. Y por aquellos que nos enseñan a escucharlo.
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